Isabel Allende presenta en esta novela a tres personajes muy diferentes: Lucía (una mujer chilena con cierto grado de atrevimiento), Richard (un profesor universitario solitario y reservado) y Evelyn (una joven guatemalteca indocumentada). Los tres sufrirán los rigores de una gran tormenta de nieve que cae sobre Nueva York y aprenderán que más allá del invierno está el verano que ofrece sitio para el amor y un cambio de vida inesperado. Allende refleja en la obra la realidad de la emigración en Estados Unidos y también reflexiona sobre las segundas oportunidades y el amor en el ocaso de la vida.

En esos últimos días de su madre, Lucía comprendió que la muerte no era un final, no era ausencia de vida, sino una poderosa ola oceánica, agua fresca y luminosa, que se la llevaba a otra dimensión.  Lena se iba desprendiendo de la tierra firme y se iba dejando llevar por la ola, libre de ancla y de la fuerza de la gravedad, liviana, pez translúcido impulsado por la corriente.  Lucía dejó de luchar contra lo inminente y descansó. Sentada junto a su madre respiraba a conciencia, lentamente, y la iba invadiendo una inmensa quietud, un deseo de irse con ella, dejarse arrastrar y disolverse en el océano .  Por primera vez sentía su propia alma como una luz incandescente  por dentro, sosteniéndola, una luz eterna e invulnerable a los afanes de la existencia.  Encontró un punto de calma absoluta en el centro de sí misma.